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CUBA DOLARIZADA

Mientras varios medios de prensa difunden como «la» noticia, o la medida más importante, la eliminación del gravamen del 10% sobre el dólar estadounidense, lo que aparece como de mayor impacto sobre los cubanos residentes en Cuba es la ratificación y profundización de la dolarización de la economía y la sociedad como estrategia central frente a la crisis. Al menos en lo inmediato.

La libre circulación del dólar, que busca ser una solución, siempre parcial y coyuntural, también puede ser un grave problema al interior de la sociedad por lo distorsivo de emplear una moneda que no genera ni produce el país (y que para colmo es la de curso legal de su peor enemigo) y porque obligatoriamente se agravarán las desigualdades sociales ya visibles. (Pregúntenle a Argentina, Ecuador y otros. No es que esté mal o bien o sea un disparate, es que no es el Santo Grial y hay que tener control sobre las variables monetarias)

Si bien la eliminación del gravamen parece ser un hecho positivo, del cual se beneficiará de manera automática quien viaja, quien envia y quien recibe (al menos en teoría, pues ese porciento podría trasladarse a los precios en un país que no está regido por valores de mercado ni transparentes ni competitivos sino discrecionales) sigue siendo lamentable que la medida que aparece como de mayor alcance apunte a la esfera de la circulación, o de recaudación de divisas, producidas por otros en otras latitudes, y no a los incentivos y la liberalización de la economía y los entes economicos, a través de un proceso de apertura, de incentivos a la inversión, la promoción del arrendamiento o propiedad sobre la tierra y los bienes productivos, inmobiliarios o de capital, la libre contratación de mano de obra o la eliminación de las categorías para el trabajo por cuenta propia, especificando solo las actividades que el país mantendría en el sector estatal; o sea, que gradualmente el estado vaya quedando y se vaya especializando y sea serio en lo que le corresponde: atender y desarrollar sectores de amplio impacto social, administrar justicia, hacer cumplir la ley y establecer políticas fiscales y de distribución justas, además de todas las tareas regulares de todo Estado.

Las autoridades cubanas siguen maltratando el tiempo con el establecimiento de medidas siempre parciales, esta vez con una especie de listado de buenas intenciones en el que no hay mucho nuevo que escuchar y que sigue vacio de contenido hasta que no se especifiquen sus disposiciones de implementación concreta.

Siguen apelando a juegos retóricos que no van al centro de los problemas y que continúan manteniendo al país como altamente dependiente de factores y variables externas que no puede controlar, que no promueven el esfuerzo, la creatividad y la capacidad de los emprendedores y trabajadores cubanos, quienes siguen siendo rehenes de un estado ineficiente, dueño de todo, controlador y autócrata.

El fin del gravamen tambien niega, de alguna manera, algunos de los principales argumentos en los que descansaba su introducción: existencia del embargo/bloqueo y las dificultades financieras que esto significaba para las transacciones cubanas en dólares. Si las razones que mantuvieron tal impuesto fueran del todo válidas y justificadas habrá que aceptar entonces que el embargo/bloqueo o es muy inferior o dejará de existir a partir del próximo lunes 20 de julio o el gravámen podía o no ser, como ya vemos. Como también recuerda lo ocurrido con la penalización por la tenencia de divisas. Por esa razón miles de cubanos cumplieron penas de cárcel hasta entrados los años noventa; pero un buen día, cuando una persona notó que le hacía falta lo que le hacía falta, ya no era ilegal sino necesario tener y atesorar dólares. ¡Voilà! Pues bien, la noticia es que hoy esa necesidad pasa a ser obligatoria para ciertos artículos y productos.

Acá es obvio que si las tiendas en dólares no tuvieran cierto grado de especificidad y diferenciación y lo mismo se pudiera adquirir en CUC o CUP, la circulación del dólar no tendría sentido alguno o mucho menos.

Impresiona, y mucho, la capacidad de resistencia y aguante de una ciudadanía a la que se le impone el cobro de productos en una moneda extranjera que no produce el país. (Por mucho menos que eso muchas colonias terminaron siendo repúblicas independientes) Cuba no produce dólares y cada vez produce menos cualquier producto como para poder ingresar esos necesarios dólares, incluidas aquellas  producciones y articulos sobre las que teníamos ventajas comparativas, esas que conformaron el país, la nación y delinearon nuestra cultura. Los cubanos tampoco ganan en dólares, aunque así quieran o merezcan, por lo que hay que aceptar que esos ingresos provendrán de las transacciones con el turismo o, en mayor medida, del envío de remesas de los emigrados (a quienes el sistema cubano sigue ignorando como factores fundamentales de cambio, inversión e impulso económico, se les siguen violando sus derechos ciudadanos más elementales y se les continúa ofendiendo de diversas maneras y con frecuencia desde el discurso oficial).

En resumen, esa medida y esas tiendas, como mismo sucede con las recargas de ETECSA, está contando con las voluntades y esfuerzos de los nacionales que vivimos fuera de Cuba, en primer lugar.

Creo que el gobierno cubano se equivoca a una escala un poco más delicada pues con la aparente importancia que le conceden a medidas inferiores y de escaso impacto la idea que trasmiten es la de un Estado quebrado, fundido, con muy escaso margen de maniobra desde el punto de vista de reservas, capacidad económica o de adaptación a nuevas realidades y escenarios. Conceder tal importancia a la llegada de remesas o a medidas realmente limitadas envia mensajes bastante preocupantes para cualquiera que aspire a tener un control eterno sobre los destinos de un país y no esté dispuesto a ir a fondo en las transformaciones que hagan falta, como es este el caso, pues llevan al menos desde el 2008 prometiendo cambios y repitiendo como un mantra aquello de “revolución es sentido del momento histórico y bla bla bla…” Reunir al Consejo de Ministros y de Estado para hacer anuncios de apertura de tiendas y eliminación de gravamenes sin ir mucho más lejos en los medios y formas de producción y de liberalización económica habla con cierta claridad de los infinitos límites que tiene ese sistema para imprimir dinamismo y generar incentivos a sus procesos económicos y de movilidad social. Todo lo cual cabe en una simple nota de cualquier periódico a modo de información pero poner a varios ministros a explicar cómo serán tales tiendas o las otras es medio raro en el mundo de hoy y no es ningún honor ni sinónimo de que trabajan regular, bien o mejor. Es una vergüenza, para decirlo suave.

También es ampliamente perceptible que siguen siendo muy lentos en la toma de decisiones para una realidad que da muestras de atraso, agobio y agotamiento importantes y esto puede ser peligroso, no solo para la calidad de vida de los cubanos sino para la paz social.

Las autoridades cubanas tienen que terminar de aceptar que no es posible tener una república de ciudadanos si estos no son cada día más independientes, más prósperos y más dueños de su destino.

Aunque soy bastante pesimista y no veo otra salida que no sea el desmontaje gradual del modelo totalitario de partido único existente en Cuba, como mismo mencionó en negativo, como la peor opción del universo, el presidente Miguel Díaz-Canel, ojalá ese magro y limitadísimo 10% y las otras medidas mencionadas ayer signifiquen pasos en la dirección correcta.

Ojalá que en las agitadas y nerviosas frases y palabras del actual presidente podamos ver mañana el gérmen de la transición a un sistema más abierto, más justo y más humano. Ojalá.

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