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Daniel A. Varela/Miami Herald vía Associated Press

EL VERSALLES VS LOS DEMÓCRATAS

El exilio cubano, ese más mediático, de derecha y con representantes en el Congreso durante décadas, ya tiene a otro demócrata al que culpar por la falta de libertades en Cuba y por la desgracia de los cubanos.

En ese altar de culpables y traidores a la “causa cubana”, aparecen primero Kennedy, por no enviar aviones de combate y al propio ejército de los Estados Unidos a Bahía de Cochinos; luego Carter con su “blandenguería” y reconocimiento al régimen a través de la apertura de Oficinas de Intereses y de darle importancia a los derechos humanos y no a las balas y los hombres de acción; más tarde vino Clinton con una de las peores afrentas que ha vivido esta comunidad al devolver al niño Elián a los brazos de su padre y firmar lo de ‘pies secos pies mojados’; y más recientemente, y para rematar, viene Obama, ese “negrito comunista”, uno de esos que ya sabemos por nuestras abuelas, muy españolas ellas, “que si no la hacen a la entrada la hacen a la salida”, y deroga los limites en los contactos entre cubanos de ambos lados impuesto por Bush, establece relaciones diplomáticas con Cuba, aumenta los contactos pueblo a pueblo y, por ultimo, prohíbe la entrada de los cubanos que ilegalmente lleguen a los Estados Unidos. Tal parece que Obama la cogió con Cuba, pero siempre para mal pues todo indica que sigue instrucciones de La Habana y hace concesiones -según el análisis y conclusiones de ese mismo exilio.

Al reaccionar frente a los hechos anteriores, cada uno de los mencionados presidentes fueron calificados, además de cobardes y traidores, de hijoeputas, marionetas de los Castros, pendejos, comunistas, y cuanta mala palabra existe o nos inventamos.

Nunca ha quedado claro ante qué o ante quiénes estos tipos -muy americanos ellos, por cierto, y en representación de cientos de millones que no nacieron en Mariano ni en Las Tunas-, han sido “cobardes y traidores” o qué cosa se suponía que hicieran para que fueran valientes y luchadores por la libertad de Cuba y a su vez cumplieran con la ley y los intereses del único país que en verdad representan, los Estados Unidos.

A ese exilio, de corta memoria y de poca inteligencia y empatía a la hora de ganar simpatías y apoyo internacional y entre la mayoría de los cubanos, de poco o nada le sirve que hayan sido los propios demócratas los responsables directos del endurecimiento del embargo desde un inicio, de Camarioca y la Ley de Ajuste Cubano (Johnson), del Mariel (Carter), de la crisis de los balseros del 94 y la firma de la Ley Helms Burton (Clinton), entre otras medidas proactivas de los azules, que no es que hayan sido santos ni angelitos celestiales en esta muy larga y triste historia, pero a quienes, con justicia, los cubanos tendríamos mucho que agradecer.

Sin embargo, y aunque lo anterior sea fácilmente verificable, para estos incomprendidos y malhumorados exiliados, la estrella entre los 11 presidentes norteamericanos desde 1959 a la fecha parece ser Ronald Reagan. Y es raro que un cubano sienta eso pues Reagan, además de Radio Martí, tuvo resultados bastante limitados en su política hacia Cuba durante sus dos mandatos, eso para no hablar de los logros de Nixon, Ford y los Bushs y del impacto de cada uno de ellos en la vida concreta de los cubanos de acá y del más allá.

Claro que los republicanos han sido protagonistas de sobrados motivos de orgullo, desde el fin de la esclavitud hasta los derechos civiles, y mucho más, pero acá yo estoy hablando de Cuba, y en especial de los cubanos. Y así, en este rápido repaso, y vaya paradoja, tal pareciera que la inmensa mayoría de los cubanos que llegamos a USA y logramos ser residentes con todos los derechos, primero, y ciudadanos americanos, después, arribamos gracias a o bajo leyes o disposiciones promovidas, firmadas o no vetadas por administraciones demócratas.

Valdría preguntarse, con sinceridad, y sin falsos ataques de valentía en la distancia ni chovinismos vacíos de contenido, cuál sería la primera y la última responsabilidad del Presidente de los Estados Unidos frente a su país y los valores que representa.

También valdría preguntarse por qué una potencia extranjera tiene que resolver los problemas que nosotros no somos capaces de enfrentar o por qué tendría que pagar por ello eternamente.

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