En días pasados se informó que el Gobierno de Estados Unidos otorgó una licencia para que atletas de origen cubano, con residencia en ese país, puedan competir por Cuba en el V Clásico Mundial de Beisbol, programado del 8 al 21 de marzo de 2023.
El presidente de la Comisión Nacional de Beisbol de Cuba, Juan Reinaldo Pérez Pardo, dijo que la institución que dirige ha «recibido una comunicación de los organizadores del Clásico en que anuncian que se otorgó la licencia solicitada por ellos para que el equipo Cuba pueda inscribir en su nómina a los atletas cubanos, sean de MLB o no, que tengan residencia en EE. UU.»
También señaló que era «igualmente injusto que atletas cubanos, formados en nuestro país y que quieren representar a su pueblo, también dependan de una autorización del Gobierno de EE. UU. para cumplir su deseo de jugar con el país que los vio nacer.»
Esta autorización, sin embargo, no deja de ser positiva. Es un gesto que va en sentido contrario a la cancelación, en abril del 2019 por el gobierno de Trump, del acuerdo entre la Major League Baseball y la federación cubana que permitía a los jugadores de la isla competir en Estados Unidos.
Los intercambios educacionales, culturales y deportivos entre Estados en conflicto son iniciativas habituales y de importancia. Contribuyen al relajamiento de tensiones, a la promoción de confianza y a la mejora gradual de los vínculos, por lo que no es raro que el gobierno de Biden acceda a un gesto de este tipo en momentos en los que han ocurrido varios contactos oficiales entre los dos países en los ‘últimos meses.