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PRESIDIO POLÍTICO. ¿Y CUBA?

«Mírame, madre, y por tu amor no llores:
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas
Tu mártir corazón llené de espinas,
Piensa que nacen entre espinas flores.»

José Martí

Nelson Mandela fue condenado a cadena perpetua el 12 de junio de 1964. Fue acusado de alta traición y sabotaje por un tribunal sudafricano bajo un orden legal de supremacía blanca. Como líder del Congreso Nacional Africano (CNA), y ante la impotencia por las extendidas y flagrantes injusticias a las que se sometía a la población negra bajo esa política de Estado conocida como apartheid, lanzó un plan de sabotaje a instalaciones productivas y protagonizó actos violentos apoyados por la ‘Lanza de la Nación’, brazo armado del CNA. Mandela, gracias a su crecimiento político y humano, la presión de la comunidad internacional y a muestras de sensatez en las filas del gobierno racista de Frederik de Klerk, fue liberado en 1990, después de cumplir 26 años de cárcel y trabajos forzados. Poco después se integra a la vida política, gana el premio Nobel de la Paz y alcanza la presidencia en 1994.

Angela Davis, una de las figuras más representativa del Movimiento Negro de los Estados Unidos, se vinculó a una organización juvenil marxista leninista y participó en manifestaciones de apoyo al movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos. Más tarde, la valiente y talentosa estudiante de filosofía siguió creciendo en su lucha por más justicia y derechos para los oprimidos. Así, no fue difícil abrazara las ideas de su profesor Herbert Marcuse. Para Davis también «era un deber del individuo rebelarse contra el sistema» opresor. Fue bajo este influjo que participó en el movimiento contra la guerra de Vietnam, se unió al Partido Político de las Panteras Negras y con posterioridad al Partido Comunista Estadounidense. O sea, que siendo Black Panter, negra y mujer, en 1972 se le acusa de ser cómplice de asesinato, secuestro y conspiración. Estuvo un año y medio presa hasta que fue absuelta gracias a su firmeza, al valor de la protesta social (fue defendida por figuras como Nina Simone, John Lennon, The Rolling Stones y muchos otros), la presión y solidaridad internacional y a un sistema judicial y penal estructuralmente injusto pero no absoluto ni autocrático.

Bobby Sands, líder del Ejército Republicano Irlandés (IRA), al momento de su muerte por huelga de hambre cumplía una condena de 14 años de prisión por tenencia ilegal de armas. No era la primera vez que estaba preso por luchar contra lo que consideraba una ocupación británica. El IRA llevó a cabo actos terroristas como método de lucha contra la ocupación, con daños económicos y de vidas humanas. Esos 14 años de condena fueron impuestos por un poder con indiscutibles posturas imperiales nada benévolas.

José Martí fue condenado a seis años de prisión y trabajos forzados el 4 de marzo de 1870. Era el preso número 113 de la Primera Brigada de Blancos de la Real Cárcel. Quienes lo juzgaron lo acusaron de proferir amenazas a un voluntario del ejército español. A los diez meses de cárcel Martí recibió un castigo alternativo y fue deportado a España. Entonces Cuba era una colonia y los cubanos súbditos por partida doble, de la metrópoli y del Rey. El poder español no se destacaba por ser condescendiente con los que le adversaban.

Fidel Castro, al mando de poco más de 100 hombres armados, asalta el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, que era segunda fortaleza militar del país, el Palacio de Justicia y un hospital civil de esa ciudad. Durante esas acciones y en los días posteriores mueren en combate y/o son asesinados extrajudicialmente alrededor de 90 cubanos con un saldo adicional de decenas de heridos y otros daños. Como resultado de esos eventos, Fidel Castro fue condenado a 15 aňos de cárcel, Raúl Castro a 13 y muchos otros a penas inferiores. Al final cumplieron 22 meses de condena pues fueron amnistiados por el dictador Fulgencio Batista. (Sí, Batista era un dictador. And lets say it again: Fulgencio Batista y Zaldívar era un dictador y un asesino) Pocos días han sido más violentos y sangrientos en la historia de Cuba que el 26 de julio de 1953.

Pues bien. Todos los anteriores tienen algún que otro factor común. Todos atentaron contra el orden establecido. Todos perseguían ideales que consideraban justos. La mayoría recurrió a métodos políticos pero también violentos, que costaron vidas y recursos, y pusieron en tal peligro los órdenes existentes que a partir de ellos, de su accionar, la historia de sus países cambió poco tiempo después. Todos sintieron el derecho de luchar contra la opresión y la falta de libertades.

Y hay más. En general todos recibieron condenas menores a las que le está imponiendo hoy la justicia “revolucionaria” a chicos y chicas, a cubanos y cubanas, que salieron a protestar a la calle por valores que consideran justos. Ninguno llevaba armas. Ninguno mató a nadie. Ninguno hirió de gravedad a nadie a pesar de tan extendidas protestas. Tampoco incendiaron ninguna instalación. Y muchísimo menos asaltaron un cuartel con el objetivo de tomar el poder del Estado. Claramente, ninguno es terrorista.

Hoy la “justicia revolucionaria” cubana está imponiendo penas de 25 años de cárcel a muchachas y muchachos, algunos menores de edad, que hicieron infinitamente menos que cualquiera de los anteriores, en momentos en los que las injusticias y las condenas eran mayores en todas partes.

Hoy esa justicia y ese Estado están imponiendo condenas más largas y más desproporcionadas que algunas de las que firmaron los racistas sudafricanos, los colonizadores británicos, la metrópoli española empeñada en dominar a Cuba y a los cubanos o la clasista y racista jurisprudencia norteamericana luego de asesinatos y actos subversivos.

Hoy esa justicia está condenando a esos cubanos a penas que no imaginó ni promovió el tirano Fulgencio Batista, derrocado por una revolución que juró ser por los humildes y para los humildes.

¿Y entonces?







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