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¿PREVALECE EL DERECHO INTERNACIONAL, LOS DERECHOS HUMANOS, LA LIBERTAD EMPRESARIAL O LA VOLUNTAD SOBERANA DE UN ESTADO?

Sería maravilloso que todas las empresas comerciales y todas las instituciones del globo cumplieran e hicieran cumplir el espíritu y cada uno de los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Ojalá este mundo posible vaya por esos caminos y es bueno pensar que se debe y se puede lograr.

Sin embargo, ese deseo y esa aseveración tienen todos los límites que impone la realidad. Y es que no solo dependen de la voluntad, de la buena fe y del hecho de que los Derechos Humanos constituyen una aspiración -y Usted puede subrayar cuantas veces desee el enunciado aspiración- no vinculante (no obligatoria), sino que no tienen más peso en el derecho internacional que la igualdad soberana de los estados, al formar parte de un paquete de muy complejos consensos y equilibrios, ni constituyen ley en buena parte de este mundo -el que existe, no el deseado.

Usted también tiene todo el derecho a pensar -como yo, y no me deje fuera pues también viola mis derechos- que no existe mayor libertad soberana que la de los derechos innatos del individuo, y que bien valen todos los esfuerzos en ese sentido, pero eso es otra aspiración, no un hecho para el mundo en que vivimos ni algo que existió o existirá siempre pues están en constante transformación y acomodo (a veces incluso para atrás).

En la Carta de las Naciones Unidas, pieza central de todo el orden mundial y jurídico que existe, el primer principio que busca dar cumplimiento al Artículo 1 de la Carta -referido al objetivo de «mantener la paz y la seguridad internacionales»-, dice:

«1. La Organización esta basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus Miembros.»

Y acá tenemos una solución inteligente y sensata para los momentos en que fue establecida esa Carta (1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial) y la necesidad de preservar la paz, que se atajaran y prohibieran, desde el derecho, las guerras de conquista, las respuestas violentas y armadas a los conflictos, la ley del más fuerte, promoviendo las formas negociadas en la solución de controversias.

Desde entonces también se supo que tales contenciones estaban llenas de contradicciones y límites. Que el sistema dependía, y depende, más de la buena voluntad y el buen proceder que de la obligación (no existe tal cosa, en rigor) pues tampoco existe la entidad supranacional o supraestatal que pueda velar por el cumplimiento de esos principios y loables articulos de la Carta o la Declaración Universal. Dicho en términos simples: no hay policía global que haga cumplir tales acuerdos.

Desde entonces también se partía y parte de lo posible, no de lo óptimo, de lo que no será realidad. Quiere decir que se avanza hacia un destino, hacia un fin, gradualmente, no que nos detenemos y paramos todo hasta que todas las condiciones nos permitan ir de cero a cien sin transiciones. (Algo igual de impuesto y autocrático para los diferentes niveles de desarrollo social y de conciencia ciudadana)

Lo más cercano a una entidad o institución que desde el orden internacional puede hacer uso de la fuerza para llevar a derecho a un Estado violador o díscolo en su política interna es el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con sus miembros permanentes con derecho a veto. Quiere decir que las decisiones que implican obligar a un Estado a hacer lo que no quiere solo serian posibles si esos cinco miembros permanentes están de acuerdo, algo que en la práctica es muchas veces inviable. Tómese en cuenta que esos miembros, triunfadores en la Segunda Guerra Mundial, no son otros que Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China. (Ahora Usted póngalos de acuerdo o dinamite la Carta para que vea en su propia vida el maravilloso mundo que tendrá al día siguiente. O prefigure el mundo de «America First» de Trump, que promovía, además del egoísmo total de tal pretensión, dejar hacer a cuanto sátrapa existe y violar los derechos humanos a escala global)

Con lo anterior quiero decir que ese sistema fue pensado y hecho para sostener cierto equilibrio aún sabiendo que era imposible atajar tanta disparidad en términos de desarrollo económico y social, diferencias culturales, acceso a recursos, historias disímiles, conflictos preexistentes, etc..

Si Usted cree que buscar y promover orden entre elementos distintos es sencillo piense en su diminuta casa, o en la mía, cuando ni siquiera coincidimos en el canal de televisión que deseamos ver, la temperatura promedio del aire acondicionado o a quién le corresponde el último pan de la alacena. Bien. Ahora multiplique ese fenómeno tantas veces como quiera, tradúzcalo a cientos de idiomas y dialectos y convenza a cuanta idiosincrasia peculiar existe en el globo.

Claramente, ese orden internacional es limitado y requiere actualización. Tiene una natural tendencia al «laissez faire» (dejar hacer). Pero piense Usted en quién o quiénes lo actualizan si justo al interior de cada uno de esos estados no existen consensos ni para políticas públicas mínimas o para propósitos de alta implicación humana, relativa a la vida y la muerte de los seres humanos (la vacunación/no vacunación frente al Covid19 es un ejemplo a mano bastante claro).

Pero es que hay más. Las ideas anteriores referidas a la naturaleza de las instituciones, el Orden Mundial y el Derecho Internacional Público, podríamos extenderla al mundo empresarial y la naturaleza del capital.

Las empresas no existen para cuidar o velar por los derechos humanos. Tampoco existen para que violen esos derechos sino para que se manejen en cierto equilibrio que les permita competir y no perder franjas de mercado, pero siempre respetando las decisiones internacionales e internas de cada Estado. Sus objetivos inmediatos, en este mundo real, están encaminados a la obtención de ganancias siempre que no violen las leyes ya existentes.

Y voy más lejos. Ni siquiera el capitalismo como sistema -el mismo que Usted defiende- existe para velar y observar los derechos humanos. Los derechos humanos llegaron 300/400 años después de la existencia del actual capitalismo, justo para establecer límites a un sistema que parte de la propiedad privada y la búsqueda de beneficios como motor central de su funcionamiento. (El egoísmo económico tiene caracter de ley y es ley fundamental). Es una falacia decir que el capitalismo existe para cumplir los derechos humanos y eliminar la marginalidad y la pobreza, aun cuando en su desarrollo y en función de sus propias contenciones pueda disminuir, eventualmente -y acá, pero no necesariamente allá-, esos flagelos, pero no es un sistema que naturalmente existe para ello. O sea, es falso que surgieron, se desarrollaron y que existen para velar y proteger a todos los seres humanos en todas las circunstancias.

Pero ¿quiere Usted ir más lejos? El Vaticano y la Iglesia Católica no existen, tampoco, para velar y hacer cumplir la Declaración Universal, sino para otra cosa propia de la congregación. Y así estírelo a cuanta institución organización y empresa tiene como propósito objetivos propios. Que no los nieguen ni pisoteen no quiere decir en ningún caso que existen para.

Pero si Usted quiere darle muchas más vueltas a un asunto tremendamente complejo, para nada lineal ni limitado, piense que los Derechos Humanos, como aspiración indivisible e interdependiente, sobreentienden que no existe ningún derecho humano mejor o peor que otro o que puede hacer uso de ellos declarativamente a destajo o por voluntad aleatoria; que tal vez, y sin querer, al llevar los que le interesa se cumplan a rajatabla, a expensa de otros, está Usted violando los derechos de tantas otras personas y comunidades.

Dicho directamente. Si Usted consigue que American y Meliá cancelen sus contratos con Cuba, entonces Usted, y de manera indirecta, y aun con su mejor voluntad, está promoviendo la violación de derechos a otras personas. ¿Quiere decir que es Usted el culpable de esa situación? No. Usted es una víctima que sirve de catalizador para posteriores acciones y eventos. (Estoy en condiciones de dar muchos argumentos sobre la conveniencia de esos vuelos comerciales y no de su suspensión o del regreso único de charters)

Y ahí, ¿cuál es el límite? Difícil respuesta concluyente. Quizás lo progresivo, lo sensato, ir ganando espacios gradual y sostenidamente, que cada día sean más respetados los suyos sin menoscabo de los de otros, sumar y sumar voluntades. (Pensemos que siempre queda la guerra para resolver tal situación de una manera radical e inmediata, pero ¿Usted quiere eso?)

Es una obviedad que ese balance es complejo y precario, contradictorio incluso, y que sería conveniente apostar por el mal menor. Pero sea entonces Usted conciente de cuál es o sería ese mal menor y enfoque sus argumentos y acciones.

American, AT&T, Walmart, Zara, Apple, Tesla, la Iglesia Católica, el Congreso de los Estados Unidos, la ONU, o cuanta verdad o ficción intersubjetiva existe, responden a intereses propios, no a ser buenos y malos per se o responsables directos de todo. Y claro que es bueno, o positivo, hacer visible causas justas, pero no a costa de que se pierdan de vista, se invisibilice y dinamite la generación de consensos para atajar las causas que acá nos han traído. Y dije causas, no circunstancias aisladas o aleatorias.

Ojalá que todas nuestras movidas y acciones contribuyan a ese objetivo tantas veces deseado, a esa aspiración, de que algún día todos los seres humanos seamos tratados como iguales y tratemos del mismo modo a los demás, como iguales.

____

Nota: Cuba, el Estado cubano, tiene reconocimiento universal. Así. Tal como está. Tan violador flagrante de los derechos humanos que es. En especial, y de manera directa, es violador de los artículos del 1 al 22, y en discusión el resto, y de muchísimas otras legislaciones internacionales existentes. Pero el mundo y las organizaciones que hay hoy reconocen a ese Estado por múltiples razones. Muchas veces ni lo cuestionan, la mayoría no lo cuestiona, pues no es nada cierto que es en Cuba donde se violan más y de manera más directa y aberrante esos derechos humanos. De hecho, Cuba es miembro del Comité de Derechos Humanos por quinta ocasión, y eso no es nada extraordinario en un mundo donde existen miembros que consienten y aplican los asesinatos en masa y extrajudiciales, la ablación femenina, los matrimonios obligatorios hasta para menores de edad, el trabajo infantil, diversas formas de explotación y abuso, tráfico de órganos, etc.; en un mundo de Estados soberanos que funcionan en base a intereses propios.

¿Quiere decir que hay que dejarlas pasar o que no sea importante que proyectemos que somos víctimas de los excesos de un sistema opresivo? NO! Mil veces no! Quiere decir que hay que incidir de manera efectiva sobre ese mundo, el real, el que existe, sobre aquello que como cubanos nos afecta, y derrotar al totalitarismo. Pero eso no será actuando sobre las consecuencias o ignorando las causas como por tantas décadas se ha hecho.

Piense Usted por qué la causa de los cubanos frente al totalitarismo tiene tan poca adhesión universal, tan poca simpatía, pues es bueno pensar estas cosas y promover sanos debates en torno a este fenómeno. Como también es bueno terminar de convencernos de que debemos ponernos al centro de lo que es responsabilidad nuestra y no de terceros ni cuartos.

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