Off the record… pero gira
Nunca he creído en diplomacias inactivas. A menos que sean muy malas o muy simples, que también las hay, pero este no es el caso para actores entrenados, motivados y experimentados como cubanos y norteamericanos.
Es numerosa la evidencia que indica que aun en los períodos más oscuros algunos contactos siempre han existido. No es que todo lo que existe sea publicable ni de conocimiento público. Ni por asomo. No es que nada hacen las delegaciones diplomáticas ni que se dejaron de hablar. Y para mayor muestra, una bien cercana, baste recordar el tiempo que los negociadores de Obama y del gobierno cubano estuvieron trabajando el restablecimiento de relaciones y el deshielo, durante año y medio, con otros actores internacionales involucrados, y nadie se enteró. Por tanto, ¿quién me puede convencer de que ahora mismo no estén ocurriendo contactos en ese sentido aun cuando no lleguen a esos mismos resultados?
Son muchas las razones para que las diplomacias y los Estados en conflicto, interesados en su superación, actúen de esa forma. Estos dos países y estos dos ejecutivos tienen suficientes razones internas y externas como para no regalar nada por anticipado a opiniones públicas que ofrecen más ruidos que soluciones.
Por todo lo anterior creo que no sería de extrañar que en breve se produzcan declaraciones y acciones más categóricas del ejecutivo norteamericano respecto a Cuba.
Dicho de otro modo, más directo, yo sí creo que Biden ya comenzó a mover fichas con relación a Cuba. No es que va a comenzar ni que lo va a programar o a estudiar o que se ha dejado condicionar por el influencer Juanito con sus cuatro seguidores o Vigilia Mambisa o Mauricio Vincent o el Parlamento Europeo, sino que ese proceso ya se inició y responde a los intereses de este gobierno con respecto a Cuba para esta etapa. Y es muy probable, casi seguro, que nadie nunca quede completamente satisfecho, como generalmente sucede en los procesos enquistados y emotivos como este.
Señales y anuncios
Los anuncios políticos, y en particular los diplomáticos y de política exterior, están precedidos de análisis, consultas, valoración de escenarios, exploración con diplomacias aliadas, intercambios y conversaciones cotidianas -también desde la abierta enemistad pública-, de señales muchas veces imperceptibles para la opinión pública pero con cierta lógica para los analistas y expertos independientes, quienes le dan seguimiento a estos asuntos, que no son otra cosa que pasos graduales encaminados a un fin, como eventos que existen fuera e independientemente de la voluntad y los deseos de los actores con agendas determinadas.
En este caso particular, estas señales, aunque discretas, van desde no favorecer ni enredarse en escarceos declarativos ni implementar nuevas medidas punitivas, hasta abrir puntualmente el consulado de La Habana para los visados a los peloteros, no limitar las ventas de mercancías y envíos humanitarios a Cuba, entre otros. Hay que recordar que en estos menesteres los Estados –mucho menos Estados Unidos como primera potencia– no están obligados a hacer lo que no quieren.
Insisto, son gestos menores los identificables hasta este minuto, tomando en cuenta el potencial y las expectativas creadas, pero gestos que bien podían no existir o ser en sentido opuesto pues si lo miramos todo desde la perspectiva del que favorece la inacción o el retroceso, esa persona te diría que en Cuba no se ha dejado de reprimir y este ejecutivo ha vuelto a colocar el respeto a los derechos humanos como una prioridad en sus vínculos con el exterior.
Sin embargo, este gobierno ha sido moderado en sus críticas a los excesos del gobierno de Miguel Mario Diaz Canel Bermudez y no ha usado términos abiertamente ofensivos o de escalada como sí lo ha hecho con China, Rusia, Irán y algunos otros en este breve lapso de tiempo desde enero 20 a la fecha.
Siguiendo esa lógica, la liberación del terrorista y líder de Omega 7, Eduardo Arocena, bien pudiera constituirse en una importante señal y moneda de cambio hacia ese sector del exilio que ve la mejora de las relaciones con Cuba como el límite que ningún gobierno norteamericano debe cruzar. Este es también un hecho importante cuando ese mismo exilio presionó a su aliado ideológico, y prácticamente líder espiritual, Donald Trump, para su liberación y no lo logró. Vale entonces preguntarse, ¿por qué ahora? ¿Casualidad? Que Arocena esté viejo y enfermo no sería suficiente pues igual lo estaba hace cinco meses y sus acciones y crímenes por qué tendrían que pesar menos para Biden que para Trump?
A Arocena, condenado a dos cadenas perpetuas más 35 años, por actos terroristas, dos asesinatos y más de treinta explosiones probadas contra personas y entidades civiles en varias ciudades de los Estados Unidos, le es concedido un perdón que se puede considerar humanitario, de un lado, y concesión menor hacia un sector estridente y emotivo con el que cuesta mucho o es imposible razonar pero que local y electoralmente tiene cierta importancia. (Para no mencionar a los congresistas y senadores cubanos que son fundamentales en la agenda interna y externa de Biden y que también merecen más atención y profundidad, en particular esa importante “variable independiente” llamada Bob Menendez)
La Habana, tal cual está, tuvo tiene y tendrá un handicap quizás insalvable frente a su necesidad de mejorar a fondo sus relaciones con los Estados Unidos. De un lado un modelo que niega y coarta libertades y derechos civiles, políticos y económicos a su población, poco o nada eficiente o atractivo como mercado emergente y, de otro, esa nada despreciable porción nacional cubana con derechos ciudadanos en los Estados Unidos que en general no ve con buenos ojos las decisiones del PCC en la isla. (Por ahí andan valores y elementos que podrían ser muy positivos para el futuro de Cuba pero que hoy y para este orden no lo son)
La Habana arrastra otro problema cotidiano de difícil resolución, y no es otro que la manera que interactúa, o directamente reprime, a los grupos disidentes o contestatarios al interior y al exterior de Cuba. Siendo este un factor que en nada contribuye a mejorar el accidentado camino por el que transitan estos vínculos.
Todo lo anterior no es que tiene que ocurrir ni que sea mañana, sino que es probable.
La diplomacia, como herramienta de todo Estado, cuando mejor trabaja y actúa es cuando está fuera de los focos, los titulares y las rimbombancias mediáticas y los grupos políticos estridentes, que buscan marcar el alcance de las agendas y los intereses de los Estados. Una diplomacia efectiva buscará anteponer los contactos productivos, la moderación en los tonos, el acercamiento de posiciones, los intereses nacionales y el bien común a la sensiblería partidista, el griterío de los grupos de presión, las obligaciones ideológicas y las emociones de una opinión pública precondicionada por experiencias previas.