Ayer se informó sobre una ayuda discreta, casi simbólica, pero relevante para este contexto, del gobierno de los Estados Unidos a Cuba, con el objetivo de contribuir a mitigar los daños provocados por el huracán Ian a su paso por las provincias occidentales de la Isla, en especial Pinar del Río.
La asistencia incluirá alrededor de dos millones de dólares en provisiones y suministros para refugios y en alimentos que serán entregados directamente a la población a través de organizaciones no gubernamentales independientes.
Como dato muy interesante, hay que destacar que esta ayuda de emergencia se ofrecerá a través de la Agencia para el Desarrollo Internacional, USAID, entidad muy criticada por el gobierno cubano porque asegura es través de ellos que «se canalizan fondos para actividades subversivas y de cambio de régimen.»
En estos días, funcionarios estadounidenses han asegurado que Estados Unidos está comprometido con el aumento de las exportaciones humanitarias que vayan directamente a la población y ha priorizado la revisión de licencias para exportar de manera privada o a través de donaciones de artículos.
«No es redonda pero gira»
Sin embargo, pareciera que más importante que lo anunciado, este evento pudiera marcar el inicio de una relación más incisiva, pragmática y de nuevo tipo, no solo en función de los interés de Cuba o los cubanos sino de los Estados Unidos.
La inacción no es buena consejera cuando quien realmente sufre y está al límite, e importa, es la ciudadanía. Así que hablemos claro. Cualquier política que no tome en cuenta las necesidades primarias de los seres humanos sobre los que se busca incidir es un acto poco empático, inhumano o de puro egoísmo. Cualquier iniciativa que sea diseñada desde la comodidad de la distancia, para que la ejecuten o sufran otros, es una inmoralidad. Cualquier política que ignore antecedentes, alcances y temas complejos de mutuo interés no pasa de ser un compendio de actitudes poco serias. Cualquier política o iniciativa política que descanse en la exageración y la mentira debe negarse de plano, aunque se presente desde los más nobles propósitos.
Y nada de lo anterior es nuevo, sino lo que hemos visto año tras año, décadas tras décadas, salvo muy efímeras excepciones.
Quienes por intereses personales, ideológicos o mediáticos, terminan promoviendo acciones que nos dejan en el mismo lugar o en uno peor, para que siempre lo paguen otros y termine no ocurriendo nada, le hacen muy poco favor tanto a la nación cubana como a la de su vecino del norte.
Si se juzgaran con sensatez y objetividad las estrategias norteamericanas hacia Cuba hay que decir que, en general, lo que ha primado han sido la politiquería más ineficaz, la falta de visión, la tozudez y como resultante la dilación y el fracaso pues la primera potencia no ha cumplido con los objetivos que se propuso desde fecha tan temprana como inicios de los años sesenta.
Estados Unidos debe moverse hacia iniciativas puntuales en su estrategia hacia Cuba, de ser posible imprimiéndole un alcance multilateral a algunas de ellas, al tiempo que debería empeñarse a fondo en buscar soluciones creativas e inteligentes (para nada sencillas) a situaciones complejas que terminan afectando las variables internas, como es el tema migratorio y algunos otros.
Este paso anunciado hoy, aunque no sería nada extraordinario luego de un desastre natural, va en la dirección correcta y pudiera significar el inicio de una estrategia de mayor alcance.